Estas navidades,
haciendo limpieza en los cajones del armario de mi antiguo dormitorio del
pueblo, di con EL.
ANuRa (en éxtasis): “Pero… pero… ¡pero si yo creía que lo habíamos dado! ¡Y aún esta aquí! ¡Todos estos años, HA ESTADO AQUÍ!”
Autora (poniendo los ojos en blanco desde la entrada del cuarto): “Sí, hija, sí…”
ANuRa (llorando de emoción, abrazándolo contra mi pecho): “Oh, cariño, ¡no sabes lo mucho que te he echado de menos!!!! Snifff…”
Me había vuelto a
reencontrar con mi Jersey Abominable.
Hace muchos años,
aunque cierto es que los Autores no estaban necesitados, en algunos aspectos de
nuestra vida parecíamos pobres. Habiendo crecido en los ochenta y noventa,
estábamos aun en esa zona histórica en la que la ropa heredada aún era de buen
tono. Hermanos heredaban ropa de hermanos mayores. Primos heredaban ropa de
primos mayores. Y, como en nuestro caso, no teníamos familia a tiro excepto en
verano, tres cuartas parte de la ropa puesta era de hijos de vecinos o, peor aún,
dados por madres con críos en el mismo colegio al que íbamos*.
No quiero
exagerar: en mi adolescencia cuatro quintas partes de mi guardarropía era de segunda
mano y a ratos me toco heredar ropa de compañeras de clase de mayor
constitución, por lo que no era siquiera posible disimularlo. Hubo una época en
la que recuerdo que solo estrenaba zapatos. Si a esto añadimos que en casi
el setenta por cierto de los casos qué era reciclable era dictaminado por la
Autora, cuyos principios eran que a) si había siquiera indicio de la hendidura
del culo el pantalón era pequeño, b) la mejor ropa de abrigo era aquella que
costaba pasar la cabeza (y a cuanto más esfuerzo, mejor) y c) “combinar ropa”
no viene tipificado por lo agradable de la combinación de colores… pufff, pues vamos
a ver, que no me queda demasiado exagerado decir que yo fui hipster veinte años
antes de que se hiciera trendy.
La cúspide de ese
sentimiento fue la entrada de Jersey Abominable en mi vida. Apareció en una de
las bolsas de basura negras que se usaban para efectuar el trueque, cuando yo
contaba trece años. Y era – es – horrible. Hubo una época en que la longitud de
un jersey tenía que ser justamente a la altura de la cintura, por encima del
ombligo, y Jersey Abominable pertenece a esta muestra, aunque pude siempre
disimularlo porque como soy pequeñita, tirando de él, me llegaba a lo ancho de
la cadera. Es además de cuello cerrado, por lo que me cuadraba los hombros. Y
tiene de una combinación espantosa de colores: base negra, con motivos
geométricos de color lila, verde turquesa, naranja reflector y rosa
fluorescente. Para colmo, la lana negra no es completamente negra, sino que
tiene pelillos blancos que al parecer resistieron el tinte. Un horror. A veces
me pregunto a qué iluminado del Corte Inglés (si hacemos caso a la etiqueta) se
le ocurrió ponerlo a la venta.
Llevé a Jersey
Abominable desde los trece hasta los diecisiete. Lo cual es ya un logro, porque
lo nuestro fue odio a primera vista: si pasó la prueba del algodón fue porque
la Autora dijo que con vaqueros combinaba. Y, hay que decirlo, Jersey
Abominable era duro de pelar: ni encogía, ni se ensuciaba. Hacia bolillas, pero
la combinación histriónica de colores las disimulaban. Al final, el roce hizo
el cariño. En las fotos, mi imagen más característica a mediados de los
noventas es vestida con Jersey Abominable, los vaqueros y las zapatillas de
deporte blancas.
Cuando entré en
la universidad se me permitió renovar el vestuario y Jersey Abominable quedó
relegado a las visitas de fin de semana del pueblo. (Lo relevó Jersey Marsupio,
pero esa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión.) Me olvidé de dónde
lo había dejado, pero estos últimos años lo he recordado con nostalgia. Un par
de veces me puse bobalicona hasta el punto de entonarle odas.
ANuRa: “Ah, Jersey Abominable, cierto es que era psicodélico, pero era TAN YO. Si aun lo tuviera… me lo pondría esas tardes de invierno acurrucada en el sofá con la mantita, el libro de Terry Pratchett y el colacao y le diría cosas bonitas, como lo mucho que le quiero, lo bien que lleva los años, y recordaríamos juntos excursiones, pedaladas en bici y aventuras con avispas de por medio…”.
Nuestro
reencuentro estas navidades me llevó a reconsiderar nuestra relación. No nos
podíamos separar de nuevo, eso estaba claro. Seguía siendo de mi talla (tan
fiel), aunque el cuello cerrado, tras años vistiendo prendas de cuello ancho,
me resultaba un poco claustrofóbico. Sabía que me lo iba a poner poco, pero
igualmente… me lo traje a El Pueblo Donde William Conoció A Kate.
Y, por fin, ayer
lo saqué del cajón. Escocés Incomprensible iba a participar en un evento
deportivo y me preguntó si quería ir a verlo. Tras soltar un "por qué no", le
notifiqué que ninguna alusión a pompones y coreografías sería aceptable.
Escocés: “Tráete un jersey, que en la sala del polideportivo hará rasca.”
ANuRa: “Oh, blimey… Tengo mis jerséis habituales por lavar… Un momento, y si… ¿combina con las botas? Total, llevo ya los tejanos puestos… Sí, sí que combina… El espejo… ¡¡¡¡¡Soy yo en los noventa de nuevo!!!! ¡Sí, Jersey Abominable y yo volvemos a las andadas!”
La cara de Escocés
Incomprensible al vernos fue un chanchullo. Me miró de arriba abajo. Me miró
de abajo arriba. Parpadeó.
Escocés: “Wow…”
ANuRa (sonriendo en plan zen): “Lo sé.”
Escocés (frunciendo las cejas): “ES HORRIBLE.”
ANuRa: “¿Verdad que sí?”
Escocés: “De hecho, es extremadamente horrible, pero, por alguna razón…”
ANuRa (bashing her eyelashes): “¿Sí?”
Escoces: “Llevándolo tú, cuadra.”
ANuRa: “Awwww…”
Escocés (aun repasando los contrastes cromáticos con cara de alucinado): “¿Te importaría que te lo pidiera prestado? Tengo que pedirle a mi madre que me haga una copia de mi talla. Así iríamos parejos.”
ANuRa: “Doble awww.”
Escocés: “Causaríamos ataques epilépticos en masa, no cabe duda.”
ANuRa: “Owww, tu sí que sabes cómo hacer que una chica se sienta feliz.”
Jersey Abominable
va en camino a protagonizar nuevos buenos momentos. Y Escocés Incomprensible sigue sin decepcionarme...
*La tradición no
ha dejado de perpetuarse, a pesar de la entrada en el nuevo siglo: cada vez que
retorno a Las Patrias, mi Autora tiene acumulado material para un nuevo “pase
de modelos”. La diferencia es que ahora ya no se pasa la ropa de los críos, sino
la de las madres, y que yo ya no tengo paciencia para dejarle brindar su
opinión.
1 comentario:
Quiero conocer al Jersy!
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