Quien haya tenido mucho que ver con papeleo ha tenido que pasar por el mal trago. El papel, ese elemento no precisamente conocido por aguantar indefinidamente (exceptuando, quizás, cuando se juega a piedra-papel-tijera), tiene también su lado oscuro que debe sacar a pasear de tanto en tanto. Pasar las hojas de un libro o de los apuntes y cortarse un dedo. Jode como lo que más. Sobretodo porque nuestros dedos son tan sensibles, por un lado, y los usamos constantemente, por el otro. El dolor de un tajo en nuestras tiernas carnes causa desazón intermitente durante unos días (cada vez que se ejerce un poco de presión en la zona) hasta que la dichosa herida se cierra.
¿Hay un grado superior de jodienda? Por supuesto. Mi Autora citaría aquí, de conocer la existencia de esta bitácora, aquella vez que pasando una hoja de periódico se cortó el globo ocular (que no ojo). Tarea ardua, pero factible. Cosas que sólo pasan cuando crees que ya conoces los límites de lo posible y lo… menos posible. Bueno, al menos, tuvo la grandísima suerte de que fue el ojo más malo, por el que no ve. De ser el otro, adiós, Madrid. Nunca me he alegrado tanto de llevar gafas.
Si estoy recordando esto y poniéndome filosófica sobre las propiedades destructivas del papel es porque YO, AHORA, me acabo de cortar mientras hacía el papeleo… la punta de la nariz.
Triste pero cierto.
2 comentarios:
Y no os podéis imaginar cómo escuece... :´(
No llores, que lo importante es participar.
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