martes, 14 de abril de 2009

Demian, Garuda

Prometí escribir tan pronto volviera a mi fase pólipo (a ser sésil, vamos), pero parece que continúo en mi fase medusa (vagando con las corrientes; perdonad el chiste biológico). El pasado mes de marzo, mes que esperaba poder pasar tranquilita en mi laboratorio diseccionando bichos (y vaciando el congelador) y tranquilita en casa viendo mis series, siguiendo mis mangas y dibujando como solía, se me quedó desencajado por una requerida visita sorpresa al “Stattliches Museum für Naturkunde” de Stuttgart, Alemania, de modo que ni pude diseccionar, ni pude vaciar el congelador (y, horror, hubo un traslado de mercancías de un congelador al otro sobre el cual el taxidermista se olvidó informarme – ya veré si encuentro todos mis cadáveres cuando vuelva a mediados de mayo), ni pude sentarme a escribir. Y ahora que estoy en Yanquilandia – Chicago, para más señas – me ha cogido un buen bajón, no sé si por el choque cultural (no pasa día que no sienta deseos desesperados de gritar de angustia por simples y estúpidas cosas cotidianas, como el sistema de reciclaje o los remordimientos por la cantidad de vasos de cartón que gasto por el café – pobre Amazonia) o por el jetlag o porque me ha atrapado la duda existencial – otra vez – sobre si es esto lo que realmente quiero, o si no quiero dedicarme a otra cosa, y si me dedico a otra cosa, a qué demonios me dedicaré. Duda que ha resurgido por aquello de que venir a esta ciudad me ha recordado la vez que vine aquí con mi colegio (intercambio de idiomas), hace ya doce años, y me ha dado por comparar el antes y el ahora. Añádanle a esto que hace un par de meses recibí un mensaje de convocatoria de la reunión de ex alumnos a causa de los diez años desde la graduación y tenemos en estos instantes una bomba psíquica a punto de explotar…


En fin, que no estoy para muchas entradas, la verdad…




En todo caso, me he animado a escribir porque he topado en el “Field Museum of Natural History” de Chicago, sede actual de mis destripes habituales, con una talla que me ha recordado a mi tercer compañero de piso, Demian, una talla de madera que conseguí en un mercadillo hindú celebrado en la Estación Central de Zürich hace unos seis meses, y he caído en que, si he presentado ya a Terterro y a Kröttengott, no puedo hacer menos con él. Como podéis ver en la foto, Demian está un poco tullido, pero lo nuestro fue amor a primera vista y, por eso, ha acabado conmigo. Le falta el morro y en la espalda dos huecos atestiguan que, en mejores tiempos, tuvo un buen par de alas. En un principio, supuse que era un demonio de ésos que se colocan en las entradas de los templos para espantar a los malos espíritus, pero la talla del museo me ha dado a entender que es una representación de Garuda, un ave mística.


Uno de mis mayores placeres es cambiarlo constantemente de sitio, más que nada porque su base no es plana y no sé dónde colocarlo para que no se balancee (un verdadero culo de mal asiento, vamos).

No hay comentarios: