La verdadera razón por la cual adoro esa estrofilla es que en ella se encontró la inspiración para darle nombre a la primera novela de uno de los mejores escritores de ficción (léase también fantasía) que parió el pasado siglo (siendo ésta mi más modesta opinión, por supuesto). Estoy hablando de Peter Beagle y, por supuesto, de su ópera prima “A fine and private place” (en las ediciones castellanas: “Un lugar agradable y tranquilo”, una pequeña licencia de traducción que, por una vez, no daña el encanto del título original), publicada en 1960.

La historia de cómo la novela acabó con ese título es la demostración de que no todos los editores pueden llegar a ser unos auténticos gilipollas a la hora de rebautizar libros para venderlos mejor. Peter Beagle, que por aquel entonces contaba con diecinueve años (rabia que me da, tan joven y publicando una novela de éxito), quería titularla “The Dark City” (“La ciudad oscura”), pero Marshall Best, su editor, haciendo honor a su nombre, demostró que podía hacerlo mejor y la rebautizó tal y como la conocemos ahora. Cómo llegó a ese momento de iluminación resulta, cuanto menos, bastante curioso y es una de mis anécdotas literarias favoritas. Al parecer, el buen Marshall tenía como costumbre leerle a su mujer poemas cuando volvía a casa después del trabajo (romántico, él; Marshall, ya no quedan hombres como tú…), y da la casualidad que, cuando el manuscrito de Beagle le llegó a las manos, estaba entreteniendo a su esposa con el poema de Marvell. Supongo que fue leerlo y venirle ipso facto a la cabeza la mentada estrofa y no me extraña lo más mínimo que accediera a publicar el manuscrito sólo bajo la condición de cambiarle el título. Cambio bastante acertado, cabe decir, porque, para que los que pudieran estar leyendo esto se hagan una idea, “A fine and private place” es una historia de amor, pero no una historia de amor cualquiera (y ya sé que esta frasecita se utiliza demasiado a menudo), sino una historia de amor entre fantasmas. Dos personas, un hombre y una mujer, son enterrados en el mismo cementerio. En vida, nunca habrían acabado entablando amistad, quizás ni siquiera se habrían fijado el uno en la otra (y viceversa). Pero, en la muerte, surge la chispa y se enamoran. Pero, claro, son fantasmas. Y es aquí donde las estrofas de Marvell adquieren su mayor encanto: “la tumba es un lugar bueno y privado (tranquilo y agradable, si hacemos caso a la traducción española), pero nadie, creo yo, se abraza allí”. Pues, no, señores, quizás no se puedan abrazar, pero eso no quita sitio al romanticismo y aquí está el señor Peter Beagle para demostrarlo. Cabe decir que esta primera novela de Beagle está, en

Bueno, ésta es la historia alrededor de la cita de la cabecera. Aprovecho, de paso, para revelar que recopilar citas y anécdotas es una de esas mis aficiones, así que espero poder presentar más a menudo otras citas y explicar su contexto. Respecto a Beagle, os recomiendo encarecidamente que leáis cualquier de sus libros, que tiene muchos. Quizás, incluso tengáis mejor suerte que yo y topéis con algún volumen suyo en castellano en alguna librería (todos los libros que tengo de él, los encontré en rastros por pura casualidad). Otro día de éstos, lo prometo, me dedicaré a ensalzar las cualidades de su novela más famosa, “The last unicorn”, reconocida como una de las diez mejores novelas de fantasía de la historia. O a explicar porqué comprar la recopilación de sus cuentos, “El rinoceronte que leía a Nietzsche”, es uno de mis puntos más importantes en mi lista de cosas que quiero hacer antes de morir. "Un lugar agradable y tranquilo" fue publicada por Alcor en 1991. Si alguien conoce alguna otra edición que me dé el soplo. Lo agradeceré.
Ps: La foto de Beagle procede de la página inglesa de la Wikipedia dedicada a su biografía. La portada del libro la he copiado del blog de Lisa Kenney, que explica en mayor extensión la trama y las subtramas de la novela.
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