viernes, 1 de mayo de 2009

Randall Flagg y la gripe porcina

Perdonad que intente relativizar algo tan trascendente como el avance de una epidemia causando estragos por el ancho mundo, pero estos días, por aquello de estar en Estados Unidos y ver a la gente de mi alrededor sufriendo ataques de pánico a causa de los nuevos casos de gripe porcina en su territorio, me he sorprendido a mi misma preguntándome – por enésima vez – qué haría de toparme con Randall Flagg.

Ya veis: la histeria campa tranquilamente por toda Yanquilandia (mi compañera de piso ha estado hoy bromeando con la idea de aprovisionarse con comida en lata por si se impone el estado marcial) y yo no tengo mejor idea de traer a mi memoria a la encarnación del mal de la novela Apocalipsis (The Stand, en inglés), un tocho de unas mil páginas (ríete de El Señor de los Anillos) en la que Stephen King se plantea qué podría pasar si al ejército norteamericano se le escapara un virus de la gripe diseñado genéticamente y capaz de mandar al otro barrio a más de un noventa y nueve por cierto de la población humana en cuestión de unas pocas semanas. Personalmente, sospecho que Stephen King sacó la inspiración de la epidemia de gripe española que diezmó pueblos enteros durante la Primera Guerra Mundial, y decidió darle una vuelta más de tuerca, con ese estilo tan suyo. Eso no quita que disfrutara como una enana con su lectura. Durante meses después estuve fantaseando con sobrevivir en un mundo apocalíptico en el mismo grupo que Tom Luna y Nick Andros, dos de los protagonistas, que representaban el lado íntegro de la especie humana. Cuando fui un poco más mayorcita, mis preferencias se volvieron más oscuras y fue Randall Flagg mi compañero de aventuras, aunque no las traía todas conmigo porque al fin y al cabo no era una compañía muy recomendable (aún hoy, de vez en cuando, uso su coletilla favorita: “Gracias por la comida, conejito”).

El libro, a mi parecer, es documento apasionante. Si la descripción del avance de la epidemia en los Estados Unidos (S.K. no tuvo a bien describir qué pasaba en Europa, con ese egocentrismo que caracteriza a los estadounidenses) consiguió ponerme la piel de gallina, la imagen mental de Stephen King de lo que podía ocurrir una vez remitiera la enfermedad, cuando ese menos del uno por ciento de la población resistente al virus intentara organizarse para sobrevivir, es espeluznante. King plantea, con gran acierto, que con el efectivo humano reducido a una mera sombra de lo que era no sólo el orden social de las cosas acabaría completamente desmantelado, sino que el mundo mismo terminaría convirtiéndose en el mismísimo infierno. En su visión de ese escenario post-apocalíptico, las centrales nucleares explotan porque nadie puede supervisar la temperatura de los tanques, grupos de personas completamente descontroladas imponen la ley del más fuerte, violando y asesinando a voluntad; los restos del ejército (los soldados siempre son unos cafres) intentan restituir el status quo por la fuerza. Stephen King no tiene gran fe en la naturaleza humana, fue mi conclusión de entonces, con catorce añitos. Hoy que tengo una visión mucho más coherente de lo que es la realidad creo que incluso pecó de optimista.

Aún así, algo que agradezco de la lectura de este libro es que ha tenido la ventaja de curarme de espantos cada vez que aparece una epidemia que puede amenazar la “tranquila” existencia de nuestra especie en este planeta. Cuando gente empezó a morir a causa del mal de las vacas locas, a causa de la gripe aviar, a causa del ébola… incluso ahora cuando la gripe porcina está fastidiando al personal, pensar que todo cuanto puede pasar no llegará a los extremos de la ficción de Apocalipsis, me tranquiliza. No puedo evitar pensar que yo puedo ser una de las moscas que puedan caer, pero mi conclusión – un poco dura – es que de algo me tengo que morir y puedo vivir completamente feliz con esa idea. El lado negativo de este tratamiento de choque contra pánico es que, en consecuencia, la publicidad que los medios de comunicación le dan a estos brotes espontáneos de enfermedades virulentas me resulta exageradamente irritante. Supongo que es por eso, para borrar la irritación que me causan los predicadores en televisión, cada vez que veo las noticias me acuerdo de Randall Flagg, el gran antagonista, y su “gracias por la comida, conejito”. Al menos, así paso el rato sin tener que pensar en un fin del mundo que todos los de mi alrededor parecen esperar completamente expectantes.

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Ps: Cuentan que Stephen King presentó a los editores el borrador de Apocalipsis y éstos pusieron el grito en el cielo porque era demasiado largo. Por esta razón, S.K. se vio obligado a reducir la novela a un tercio de la extensión original bajo el título “La danza de la muerte”, una alegoría explícita a las epidemias de la peste que asolaron Europa en la Edad Media tardía. El libro tuvo un éxito rotundo, así que cuando Stephen King pidió publicar la versión extendida los editores no pudieron negarse. Apocalipsis ha sido editado por Timun Mas en España (fue la edición que me leí yo) y está publicada en edición de bolsillo por Plaza & Janés..

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